viernes, 15 de mayo de 2015

Comentario de Ortega. Texto 7º.


b).- Exponga la temática del texto (líneas 277-288).

En este fragmento, perteneciente a la obra “El tema de nuestro tiempo” (1923), y más en concreto al final del capítulo “La doctrina del punto de vista”, Ortega plantea la diferente función que concede a Dios de la que le conceden los racionalistas. Para ello acude a un racionalista como Malebranche. Este filósofo viene a decir que el único conocimiento de las cosas digno de tenerse en cuenta es aquel que tenemos por su idea. En Dios están las ideas como arquetipos de las cosas. Luego, conocer las cosas por su idea es conocerlas al modo divino, o sea, conocerlas en Dios. El planteamiento de Ortega es exactamente el contrario: es Dios el que conoce las cosas al modo humano. La perspectiva divina no es sino a perspectiva humana, mejor dicho, la suma de perspectivas humanas.

El final del capítulo, que coincide con el del libro, termina con una llamada a la autenticidad, a ser nosotros mismos, que consiste en tomar conciencia de la circunstancia que nos ha tocado vivir, ser fiel a la vida, a nuestra vida. Esta autenticidad se consigue usando el pensamiento para comprender lo que nos rodea y asumiendo la responsabilidad que el momento histórico nos ha tocado vivir nos exige. El pensamiento no es algo previo a la vida, sino posterior a ella, derivado de ella. Surge en el ser humano como una necesidad vital, que es la de entender y resolver los problemas que nos plantea la circunstancia. El pensamiento no es algo definitivo, sino que el ser humano ha ido desarrollando poco a poco y con esfuerzo. Introducir la vida en la razón, comprender la importancia de la razón para la vida es “el tema de nuestra tiempo”.


c).- Justificación desde la posición filosófica del autor.

La antinomia o contraposición entre razón (cultura) y vida habían sido planteadas por el racionalismo, que niega la vida, y por el relativismo, que niega el valor objetivo de la cultura. Para Ortega, estas posiciones no son admisibles: el racionalismo (que cae en la misma equivocación que el realismo) trata las ideas como identidades, es decir, como naturalezas, perennemente constituidas, como cosas. Cuando el racionalismo se ve obligado a reconocer que una cosa existe porque depende de mí (dependencia del sujeto, que, junto a la tesis de la supremacía de la conciencia, hace del idealismo un subjetivismo), añade un razonamiento de corte realista: su realidad es algo  independiente. Pero ahora lo independiente es mi pensamiento, el sujeto pensante cartesiano, que además se interpreta como res cogitans, como una cosa que piensa. Es decir, el idealismo mantiene la tesis realista al interpretar la conciencia y el yo como una cosa, todo lo importante que se quiera, pero cosa. También es falso hablar de la “naturaleza humana” como hace el realismo. La razón realista (un conocimiento basado en magnitudes físico-matemáticas) nada tiene que decir sobre el ser humano, porque la vida humana no es una cosa, y por eso, no tiene naturaleza, sino que tiene historia.

Por otro lado, el relativismo sostiene que el sujeto presenta una visión deformada de la realidad. Pero el ser viviente, el sujeto, ni es un medio transparente, un yo “puro” y aislado ni deforma la realidad cuando la percibe, sino que selecciona entre la realidad que le circunda aquellas cosas que puede captar. La relacionalidad de la naturaleza con respecto a intelecto no tiene realidad, a su vez, considerado aparte (error de todo idealismo), salvo funcionando en una vida humana. Tanto la naturaleza como el intelecto son relativizados por la única realidad radical, que es la misma vida humana. La realidad radical no es la conciencia, el sujeto, como creía el idealista o racionalista en contra del realista, sino la vida, que incluye, además del sujeto, el mundo…



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