1.- Exponga la temática del
texto (líneas 225-243).
En este fragmento, perteneciente
a la obra “El tema de nuestro tiempo” (1923), y más en concreto al capítulo “La
doctrina del punto de vista”, Ortega se pregunta sobre el atractivo que
nos plantean las filosofías del pasado. Destaca tres rasgos: 1) su
esquematismo, o sea, el uso de un planteamiento rígido y poco complejo, que se
aplica reiteradamente a la solución de todos los problemas, cuando, en verdad, no
todos los problemas pueden resolverse de la misma manera; 2) la pretensión de
conocer toda la verdad, o al menos de que es posible conocerla en su totalidad;
y 3)la creencia en que todas las soluciones o respuestas que ofrecen son
definitivas, no tienen por qué cambiar. Estos tres rasgos explican que las filosofías
del pasado se nos muestren más como un conjunto de respuestas que como un
conjunto de problemas, porque previamente ellas han cerrado el límite de su
mundo.
Para superar esta concepción
primitivista de la filosofía, Ortega introduce una distinción entre mundo y
horizonte. Cada corriente o sistema filosófico del pasado había establecido su
propio mundo. Constituido por un conjunto determinado de problemas y
respuestas. Como cada sistema filosófico se presentaba con carácter definitivo,
el mundo de cuestiones que lo constituía también adquiría carácter definitivo,
sin caer en la cuenta de que ese mundo
era el resultado de la perspectiva del sujeto o sujetos que lo habían
elaborado. Las filosofías del pasado, o no habían tomado conciencia de la importancia
del sujeto en la comprensión de la realidad (realismo), o habían supuesto un
sujeto un sujeto universal y abstracto (racionalismo). Pero ese sujeto
universal no existe, es una ficción, una “utopía”, y por tanto, tampoco puede admitirse el mundo cerrado y
fijo que ellas establecían. El mundo cambia tanto como la perspectiva de cada
sujeto y es tan abierto como plurales y múltiples son las perspectivas de los
diversos sujetos. Por ello propone
Ortega que el mundo se transforme en horizonte. A diferencia de aquel, este no
tiene un contorno invariable, sino depende
del lugar (tópos) en que se
sitúe el sujeto. Según el lugar en que se encuentre el sujeto, así será se horizonte.
2.- Justificación desde la
posición filosófica del autor.
Para Ortega, el racionalismo y el
realismo caen en la
misma equivocación: tratar las cosas o las ideas como identidades, es decir,
como naturalezas, perennemente constituidas. Cuando el racionalismo se ve
obligado a reconocer que una cosa existe porque depende de mí (dependencia del
sujeto, que, junto a la tesis de la supremacía de la conciencia, hace del
idealismo un subjetivismo), añade un razonamiento de corte realista: su
realidad es algo independiente. Pero ahora lo independiente es mi
pensamiento, el sujeto pensante cartesiano, que además se interpreta como res
cogitans, como una cosa que piensa. Es decir, el idealismo mantiene además la
tesis realista al interpretar la conciencia y el yo como una cosa, todo lo
importante que se quiera, pero cosa. Pero el ser humano no es una cosa; y
también es falso hablar de la “naturaleza humana” como hace el realismo, por lo
que la razón realista (un conocimiento basado en magnitudes físico-matemáticas)
nada tiene que decir sobre el ser humano. La vida humana no es una cosa, y por
eso, no tiene naturaleza, sino que tiene historia.
Por otro lado, el relativismo sostiene que el
sujeto presenta una visión deformada de la realidad. Pero el ser viviente, el sujeto,
ni es un medio transparente, un yo “puro” y aislado ni deforma la realidad
cuando la percibe, sino que selecciona entre la realidad que le circunda
aquellas cosas que puede captar. La relacionalidad de la naturaleza con
respecto a intelecto no tiene realidad, a su vez, considerado aparte (error de
todo idealismo o racionalismo), salvo funcionando en una vida humana. Tanto la
naturaleza como el intelecto son relativizados por la única realidad radical,
que es la misma vida humana. La realidad radical no es la conciencia, el
sujeto, como creía el idealista o racionalista en contra del realista, sino la
vida, que incluye, además del sujeto, el mundo.
La realidad radical es, pues,
nuestra vida, la de cada uno en particular….
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